Devocional

La mirada de Jesús

 Texto: “Al ver Jesús a la multitud subió a la montaña y se sentó, luego se acercaron sus 

discípulos. Tomó la palabra y empezó su discurso ético” (Mateo 5:1-2 TCB).

Una de las enseñanzas prácticas que nos mostró nuestro Señor Jesucristo en su paso entre la humanidad, fue su ferviente ánimo de enseñar las Escrituras y demostrar gran compasión por la gente que le rodeaba. La misericordia y la bondad de Jesús, provocaba la admiración de las multitudes. Él buscaba oportunidades para anunciar el reino y hacer el bien a los necesitados. Cada persona que se acercaba a Jesús, encontraba palabra, consuelo, exhortación; es decir, recibía conforme a su necesidad. 

Es hermoso entender cómo Jesús los miraba; dice la Escritura: “Viendo Jesús a las personas, tuvo compasión de ellas, pues estaban cansadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mt. 9:36). Su compasión trasciende hasta nuestros días, ¡yo mismo he sido testigo! así como también el lector de este devocional, todos hemos disfrutado de una u otra manera de su gran amor sacrificial por la humanidad.

Cuando Jesús inicia su “discurso ético”, lo hace indicando la puerta de acceso. No una ventana ni un atajo, sino el primer paso al reino y dice: “Plenamente felices los pobres que dependen del Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Entender esto es hallar la verdadera puerta. Al hacer mención de “los pobres”, Jesús no está hablando de la situación económica de los aludidos, sino que se está refiriendo a una “bancarrota espiritual”, es decir, una situación espiritual tan precaria que nos hace insuficientes para presentarnos ante Dios y que necesitamos urgentemente que alguien nos rescate de esta posición. 

Dios entonces, provee de su Santo Espíritu y éste nos convence de ir a Cristo, quien, a través de su gracia puede acercarnos confiadamente ante nuestro Dios. Al convencerse de esta verdad, se pasa a depender absolutamente del Espíritu de Dios en su guianza, de sus enseñanzas, de sus correcciones; ya no se depende de lo que se hace, o se piensa, ni de lo que se siente, porque ahora se tiene claro, que la eminencia está en Cristo.

Las personas, sin excluir a los creyentes, no desean sentirse pobres. Hacen de todo para sentirse y parecer importantes ante los demás: compran cosas, muestran estatus con un buen coche, un buen teléfono, etc. Pero nada de eso les da seguridad real. En lo espiritual sucede algo parecido: buscan ser reconocidos entre la gente. ¡Basta mirar las redes sociales! Cuando se aprende a ser pobres, dependientes del Espíritu Santo, se despoja de esa identidad falsa para vivir la identidad de Cristo; de esta manera nos preparamos para el trabajo en el reino de Dios.

Hoy te invito a reflexionar si estamos tomando la actitud correcta para acercarnos al Padre, reconociendo lo que realmente somos: “pobres dependientes del Espíritu Santo”. No olvidemos que Él nos está mirando con amor y compasión y que anhela darnos gracia y transformarnos para ser útiles en su reino. 

Carlos Arancibia / Chile

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