
Cuando el rico se humilla
Mateo 19:23-26. “Entonces, Jesús dijo a sus discípulos: En verdad les digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre al reino de Dios. Cuando los discípulos escucharon eso, quedaron asombrados y dijeron: Entonces, ¿quién puede ser salvo? Jesús, mirándolos, les dijo: «Para los hombres eso es imposible, pero para Dios, todo es posible”.
En la antigüedad era común que las ciudades amuralladas tuvieran dos puertas; una era la gran puerta principal por la que entraba y salía todo el tráfico y el comercio y la otra era una portezuela baja y estrecha. Cuando la principal estaba cerrada y guardada por la noche, la única manera de entrar en la ciudad era por la puerta pequeña. Esta segunda puerta era tan pequeña que incluso a las personas se les dificultaba pasar por ella y por lo general no podían hacerlo de forma erguida. Muchos exégetas han considerado que a estas puertas se les llamaba “el ojo de la aguja”. Por otra parte, el camello era el animal más grande que conocían los judíos en la Palestina de los primeros siglos. Entonces, cuando la puerta grande se cerraba de noche, los comerciantes podían hacer que el camello pasara por la puerta estrecha, pero para eso debían desmontar toda la mercancía de valor que traían consigo. Esto representaba una carga que hacía imposible para el camello cruzar “el ojo de la aguja”. A su vez, el animal debía casi arrastrarse sobre sus rodillas para lograr pasar a través de esta angosta puerta.
Con esto se sugiere que Jesús estaba diciendo que le era tan difícil a un rico entrar en el Reino del Cielo como a un camello pasar por la puerta pequeña, porque para ambos representaba despojarse de lo que se consideraba valioso y a su vez debían tomar una posición de humillación para poder cruzar.
El principal problema que se evidencia en esta historia es el amor a las riquezas y, por consiguiente:
- La riqueza produce una falsa independencia: El ser humano tiende a caer en el problema de creer que todo lo que tiene lo ha logrado gracias a su trabajo y se cree capaz de resolver por sí mismo cualquier situación que se le presente. El sentido de independencia trae consigo una condición de orgullo que le impide al hombre ser agradecido con Dios y por lo tanto no lo reconoce como una prioridad en su vida. Si bien es cierto que el hombre debe trabajar para ganarse su sustento, también es cierto que detrás de toda oportunidad de trabajo o provisión está Dios.
- La riqueza encadena al hombre a este mundo: Jesús dijo en su momento: “donde está tu riqueza, allí estará tu corazón” (Mt 6:21). Si todo lo que una persona desea se encuentra en este mundo, si todos sus intereses están aquí, no pensará ni se interesará por lo que hay más allá de la vida; la esperanza de una vida eterna. No se preocuparán por hacer el bien en este mundo, 1ra de Timoteo 6:10 dice: “porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, los que han anhelado demasiado el dinero, se extraviaron de la fe y cayeron en profundos sufrimientos y aflicciones”.
En efecto, el problema no está en las riquezas, sino en el amor que se les da, que por lo general se convierte en ambición y codicia. Jesús reitera que el hombre es incapaz de salvarse a sí mismo, que debe aprender a depender de Dios, a ponerlo en primer lugar y reconocer que cada bendición y provisión que llega a su vida es gracias a Dios.
En conclusión, este mensaje no es sólo dirigido a los ricos, sino a todos aquellos que han dado prioridad a otras cosas más que a Dios. No solamente es el amor desbordado hacia el dinero, también hacia el trabajo, una profesión, una persona o cualquier cosa que nos impida reconocer el lugar de Dios en nuestras vidas, nos desenfoque de una esperanza eterna y se convierta en obstáculo para nuestra salvación.
¿Existe algo que te impide confiar plenamente en Dios?
¿Cómo crees que debe proceder una persona que está aferrada a sus riquezas?
CRÉDITOS:
Por: Ingrid Hernández Gil
Nacionalidad: Colombia

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