
El Amor de una Madre no tiene límites
Texto: “Y cuando Jesús cumplió los doce años, acompañó a sus padres, según era la costumbre para la fiesta” (Lc. 2:42 TCB).
Este verso, tan frecuentemente leído, contiene una rica enseñanza sobre el papel de María como madre. Solemos ser conscientes de que en esta perícopa se menciona el viaje de la familia de Jesús a Jerusalén para cumplir con la visita anual a las fiestas de peregrinación, en este caso, la fiesta de la Pascua. Sin embargo, pasamos por alto que, en el contexto cultural de la época, ni las mujeres ni los niños estaban obligados a participar en dichas celebraciones. Las mujeres estaban exentas debido a las leyes y costumbres religiosas de la época, y los niños porque se entendía que sólo a partir de los 13 años alcanzaban la madurez necesaria para cumplir con lo establecido por Dios.
Tomando esto en consideración, resalta el profundo compromiso de María como madre en la formación espiritual de su hijo; un compromiso que trascendía las normas culturales y religiosas de su tiempo. María es una mujer digna de admiración, porque, además de cumplir con lo esperado por la sociedad, es decir, las responsabilidades domésticas y familiares consideradas prioritarias dentro de su rol, rompió las expectativas al llevar a Jesús a las celebraciones en Jerusalén.
El viaje a Jerusalén en tiempos de Jesús no era fácil. Podía ser incómodo e implicaba tiempo, esfuerzo y riesgos: tiempo y esfuerzo por las largas distancias recorridas a pie, y riesgos debido a posibles encuentros con ladrones o animales salvajes. Por tal motivo, era un viaje totalmente desafiante, especialmente para mujeres y niños. Sin embargo, a pesar de esto, María decidió ser una guía para el desarrollo espiritual de su hijo, entendiendo que enseñar a Jesús sobre las costumbres y los mandatos de la fe judía era una prioridad.
Como resultado de su esfuerzo, Lucas nos relata en el evangelio que Jesús tuvo un crecimiento equilibrado, el cual todos deseamos para nuestros hijos. Gracias al esmero de una madre como María, Lucas registra que “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y las personas” (Lc. 2:52). Es decir, que Jesús tuvo un desarrollo integral que incluyó el aspecto físico (en estatura), intelectual (en sabiduría), espiritual (ante Dios) y social (ante las personas), lo que le capacitó para relacionarse con Dios Padre y vivir en armonía con los demás.
Esta mujer nos enseña que ser madre no solo implica satisfacer las necesidades físicas y emocionales de los hijos, sino también, guiarlos en su desarrollo espiritual. De esa manera estaremos contribuyendo en el desarrollo pleno de nuestros hijos. ¿Estamos dispuestas a seguir el ejemplo de María?
Carol Moreno / Puerto Rico
ROMANOS 16:13

Elisabet: El Milagro de una Madre Fiel
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