Devocional

LIDIA, UNA MUJER DIGNA DE IMITAR

Texto: “Un sábado fuimos a la orilla del río, en las afueras de la ciudad. Fuimos informados que por allí había un lugar de oración. Al llegar, nos sentamos y hablamos con las mujeres que se reunían en aquel lugar. Una de ellas se llamaba Lidia, era de la ciudad de Tiatira y era comerciante de telas de púrpura” (Hechos 16:13-14 TCB).

En estos tiempos, donde el feminismo y el deseo de empoderar a la mujer, incluso situándola por encima del hombre, son temas recurrentes en nuestra sociedad, es fundamental leer la Biblia y entender cómo Dios ve a la mujer y qué dice sobre ella. Al examinar la Palabra, encontramos diversos nombres de mujeres que hicieron el bien y agradaron el corazón de Dios, tanto que sus vidas quedaron registradas como ejemplos dignos de imitar. Una de ellas es Lidia, mencionada en el libro de Hechos.

Lidia era una mujer trabajadora, piadosa, adoradora de Dios y hospitalaria. El versículo 14 de Hechos 16 la describe como comerciante de telas púrpura, y tenía familia, entonces realizaba dos trabajos, uno remunerado y el otro no, lo cual revela su esfuerzo tanto dentro como fuera del hogar. A pesar de sus ocupaciones, se daba el tiempo para reunirse con otras mujeres a orar y escuchar la Palabra de Dios. Su búsqueda de Dios era genuina, y antes de que el Señor se le revelara plenamente, ella ya estaba buscándolo.

Cuando Lidia se encontró con Pablo, Silas y Timoteo, escuchó atentamente sus palabras, recibió la salvación mediante el sacrificio de Jesús y fue bautizada, mostrando así su obediencia. Además, el texto destaca que adoraba a Dios, una cualidad que la distinguía y que fue registrada como un rasgo esencial de su vida. Su hospitalidad también era notable, al punto de que convenció a Pablo y a sus compañeros de hospedarse en su casa.

Hechos 16:40 dice: “Cuando salieron de la prisión, fueron a la casa de Lidia para ver a los hermanos; los animaron en la fe y se fueron”. Después de que Pablo y Silas fueron apresados y torturados, Dios usó el hogar de Lidia y su familia para animarlos, restaurar sus fuerzas y permitirles continuar su misión de predicar y expandir el Reino de Dios.

Es admirable cómo Dios eligió a Lidia, una mujer gentil, y la adoptó como hija. Si leemos Hechos 16:9-10, entendemos que el Señor organizó el encuentro de Pablo y Lidia para que ella pudiera escuchar la Palabra de salvación. Fue Dios quien abrió su corazón para recibir a Jesús. Qué maravilloso es nuestro Dios, que nos trae con cuerdas de amor y nos convence de pecado, justicia y juicio a través del Espíritu Santo.

Hoy reflexiono sobre mi vida al meditar en la historia de Lidia y me pregunto: ¿Cuán trabajadora soy? ¿Cuán piadosa soy? ¿Estoy realmente adorando a Dios? ¿Soy hospitalaria? Estas son preguntas que te invito a que también te hagas. Reflexionemos sobre nuestro servicio a Dios y pidamos al Espíritu Santo que nos revele en qué estamos bien y, sobre todo, en qué debemos mejorar para ser fieles al Señor hasta que Cristo venga.

Carolina Riquelme Nieto  /  Chile.

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