Devocional

EL LEGADO DE FE

Texto: “Doy gracias a Dios, a quien rindo culto, así como mis antepasados, con limpia conciencia, que siempre te tengo presente en mis oraciones, noche y día; anhelo verte lo más pronto posible, siempre recuerdo las lágrimas que derramaste por el evangelio, y esto me llena de alegría; el acordarme de que tú siempre has tenido una auténtica fe por identidad, esta fe que fue heredada primeramente de tu abuela Loida y luego de tu madre Eunice, y que ahora está en ti” (2 Timoteo 1:3-5, TCB).

Las mujeres con valores son las que ejercen influencia y, por lo tanto, dejan un legado. Dios se ha dado a conocer a través de personas: “Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacob…” De esta manera, el legado de la fe fue pasando de una generación a otra hasta llegar a nosotros.

1. Loida y Eunice  

Timoteo creció posiblemente con un padre ausente, pero su madre y su abuela ejercieron una influencia poderosa en la vida de este líder. Timoteo llegó a ser un hombre con valores y un líder ejemplar. Pablo, al referirse a estas mujeres, dice:

“…esta fe que fue heredada primeramente de tu abuela Loida y luego de tu madre Eunice y que ahora está en ti” (2 Timoteo 1:5, TCB).

2. Jocabed y Moisés  

Jocabed tuvo muy poco tiempo para criar a Moisés como madre; sin embargo, impregnó de valores a uno de los más grandes líderes de la historia. En ese poco tiempo, ejerció una poderosa y saludable influencia en la vida de ese niño.

3. Susana Wesley, madre de Juan y Carlos  

Susana fue madre de 19 hijos. Dedicaba una hora a cada hijo, un hijo/a por día. En esa hora, les enseñaba los principios de fe. A la vez, todas las mañanas tenían un tiempo devocional familiar. Por la poderosa influencia de Susana, la historia tuvo a hombres como Juan Wesley, fundador del Movimiento Metodista, teólogo y predicador, y a Carlos Wesley, gran compositor de himnos y predicador.

Es notable que Pablo destaque “una auténtica fe…” como el legado que recibió Timoteo de parte de su abuela y su madre. Una fe auténtica es lo que contagia y nos conecta con las personas. Una fe auténtica, genuina, real, como la de los niños, nos acerca a las personas. De lo auténtico brota el amor y las relaciones con las personas fluyen sin obstáculos. Necesitamos vivir como Loida, Eunice y Timoteo, con una fe no artificial, no armada, ni despegada de la realidad, sino con una fe auténtica, la cual sustentará nuestra identidad en Cristo y dejará huellas.

Es como dijo en una ocasión un conocido actor norteamericano: “Algunas personas llegan a nuestras vidas, dejan huellas en nuestros corazones y mentes, y nunca volvemos a ser los mismos”. 

Créditos:

Sonnia Elizabeth Vega Centurión de Marulla
Paraguay (Radicada en Argentina)

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