
¡Oh, papito mío!
Jesús les dijo: – Cuando oren, digan: “¡Oh, Papá! Sea santificado tu nombre a través de mi buen testimonio. Lucas 11:2a
La oración del Padre Nuestro siempre ha sido mi oración favorita, no sólo porque la enseñó directamente el Señor Jesús, también porque evoca uno de los sentimientos más humanos, el querer tener un Padre; aunque también madre, pero en un contexto como en latinoamérica donde la ausencia paterna es mayor, esta oración cobra especial y franco sentido para quienes han tenido esta ausencia por diversos motivos.
Iniciando por lo básico, los judíos llamaban a Dios padre con el término Abbi, que se refiere a una visión pantocrática de Dios, es decir, de su poder como Padre y Señor de la creación, como el que instituye la ley y quien es protector permanente de su pueblo por su intervención directa y por la promesa de liberación mesiánica. Esta es una condición que concibe a Dios con temor sagrado y reverencia, más nunca con una vinculación filial como se entiende una relación padre-hijo. Eso lo tenían claro los judíos.
Sin embargo, Jesús subvierte este pensamiento al llamar directamente a Dios Abba, que ahora sí, es un vínculo filial directo. Esto es una terrible blasfemia para los judíos. El término es tan cercano y familiar que algunos traductores como el Dr. Yattenciy Bonilla lo traduce como “Papá”, “papi”, “papacito”. Encima, Jesús no reserva llamar a Dios de esta forma sólo a Él, sino que le dice a sus discípulos que esa es la forma en que deben dirigirse a Dios también.
En este devocional quisiera pensar de forma un tanto agresiva al estilo de Jesús. No una agresividad que provoca contienda, sino una que en lo natural y espontáneo no se limite ni se reprima, una sin temor y que reclama libertad, llame a Dios “Padre”, “papito lindo”, que con confianza le habla a su Dios en medio de una religiosidad que hostiga y que obliga a ver a Dios como lejano, siempre fuerte y temible.
Nadie está diciendo que debamos ser irreverentes. Sin embargo, la formalidad y el protocolo siempre ha sido algo a lo que Dios se ha opuesto, porque Él es dinámico, cercano y se complace en amar y bendecir. Es un Dios que se resiste a estar en el Templo de Jerusalén, a los sacerdotes les reclama y hace sacerdotes a quien quiere, un Dios que habita en los cuerpos de sus hijos transformados. Un Dios así solamente puede ser el Dios de Jesús, a quien Él llama Abba, “papito lindo”, “papito”, “papá”.
La oración del Padre Nuestro es preciosa, sencilla y directa. No se detiene en protocolos rituales, puede hacerse de pie, de rodillas, en tiempo apartado o en medio del caos cotidiano. Si nos fijamos en cada parte, se reza las necesidades humanas, las más sentidas: alabar a Dios, el establecimiento de su justo gobierno, recibir de él el alimento diario, tener la remisión de nuestras faltas y la paz de la conciencia, y fuerza para vencer el pecado.
¿Notas lo interesante? Esas son cosas que un hijo también pide a un padre terrenal, es el deseo mismo de tener padre. Eso mismo clama el cristiano, un Padre como el papito lindo de Jesús. Dice un Salmo, “aunque padre y madre te abandonen, con todo Yahvé te recogerá”, ese es el Padre de Jesús; dice en otra parte el Evangelio, “Si ustedes siendo malos saben dar buenos regalos, cuanto mejor el Padre de los cielos”, ese también es el Padre de Jesús; ese mismo Padre de Jesús es nuestro Abba, nuestro papá, nuestro papito lindo.
En esta semana que es se celebra el “Día del Padre”, oramos para que Dios bendiga a padres de familia, esposos, padres adoptivos, hermanos que tomaron ese papel y hasta a madres que cumplen ambas funciones, pues Jesús, siendo varón según la carne, una vez dijo a la Ciudad de lo Santo: “¡Oh Jerusalén, ¡cuántas veces quise tenerte como la gallina tiene bajo sus alas a los pollitos!”
Antes de acabar este devocional, vamos, oremos el Padre Nuestro con entendimiento e identidad con nuestro Abba, nuestro Papito lindo.
Jesús les dijo: – Cuando oren, digan: “¡Oh, Papá ! Sea santificado tu nombre a través de mi buen testimonio. Qué tu reino se haga realidad. Danos el alimento que necesitamos cada día. Perdónanos nuestros pecados, así como perdonamos a los que nos han hecho mal. No nos dejes caer en tentación”.
Lucas 11:2-4 TCB
Jafet de León, Guatemala
SALMOS 16:6

Un Padre que Ama y Afirma
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