
Un nuevo comienzo, en Cristo
Texto: “Por lo tanto, si alguien está en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron, y todas son hechas nuevas. Todo esto es obra de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos hizo entender la importancia de la reconciliación para ser amigos de Dios, es decir, nos puso al servicio de esta reconciliación” (2 Co. 5:17-18 TCB).
El término griego καινὴ κτίσις (kainē ktisis) traduce “nueva creación”, y en el contexto de 2 Co. 5:17-18 cuando el apóstol Pablo dice “si alguien está en Cristo, es una nueva criatura”, implica una transformación en la naturaleza misma de la persona, fundamentada en la reconciliación con Dios como resultado de la obra redentora de Cristo. Una transformación que no es superficial, sino experimentada en nuestro hombre interior. Y la mayor bendición que tenemos todos los seres humanos, es la oportunidad de experimentar un nuevo comienzo en Cristo Jesús.
Un nuevo comienzo que nos llevará en ocasiones a una reflexión profunda en la que nos examinemos y tomemos consciencia de la necesidad de un cambio en nuestra condición presente. Ya que, aunque nuestra reconciliación, justificación e identidad espiritual en Cristo es inmediata y resultado de la obra redentora de Cristo, nuestros patrones mentales, hábitos y actitudes requerirán de un proceso continuo de transformación. Y en medio de ese proceso será esencial en nosotros; la renovación de nuestra forma de pensar (Ro.12:2), el que permanezcamos firmes en el fundamento de nuestra fe (1 Co. 3:11) y estar plenamente conscientes de que es el poder transformador del Espíritu Santo que habita en nosotros quien nos guía y fortalece (Ro. 8).
Porque en este nuevo comienzo en que estamos siendo labrados en el camino hacia la madurez de nuestro carácter en Cristo, aun en medio de la alegría y el gozo que experimentamos en Él, habrá tentaciones, pruebas, situaciones adversas, dolor, enfermedad, dudas y temores. En ocasiones seremos aprobados, pero en ocasiones podremos fallar. Y cuando erremos al blanco de nuestro llamado, y seamos sacudidos violentamente desde nuestro interior al sentirnos inadecuados, descalificados, culpables, indignos, y no merecedores de la oportunidad de “un nuevo comienzo en Cristo”, debe estar presente en nosotros la Palabra de Dios para recordarnos que allí en la cruz Él se identificó con nosotros, Él conoce y se compadece de nuestras debilidades, es nuestro Sumo Sacerdote, y siempre está intercediendo por nosotros e invitándonos a acercarnos al trono de Su gracia para que hallemos socorro en el momento oportuno (He. 4:14 – 7:25).
Porque, ¿quién no ha pecado?, ¿quién no se ha equivocado?, ¿quién no ha experimentado una convicción de arrepentimiento por alguna acción que haya o no realizado, o alguna palabra que haya o no emitido en medio de las diversas situaciones que nos acontecen? Y es en medio de ese proceso de transformación, “cuando comenzamos a salir de un estilo de vida y pasamos a otro, cuando nos vamos despojando de las costumbres del viejo hombre y vistiendo del nuevo, y nuestra mentalidad va siendo transformada a la luz de una nueva creación en Cristo Jesús”, es aquí cuando más necesitamos arraigarnos de nuestra dependencia de Dios, para que nos sujetemos de Él descansando en la obra redentora de Cristo. Solo así podremos continuar hacia adelante, derribando todo pensamiento que quiera levantarse en nosotros para despojarnos del lugar donde nos ha puesto Dios en Cristo.
Su obra redentora es nuestro reposo, es la que nos brinda la oportunidad de ser reconciliados con Dios, de tener un nuevo comienzo, y de avanzar con la ayuda y guía del Espíritu Santo en la manifestación de Cristo a través de nuestra vida. Podemos confiar en Él, en que aun en medio de las pruebas Él está con nosotros, que Él es nuestra ayuda. Debemos perseverar y confiar en su misericordia y su perdón aun cuando nos equivoquemos, y estar tan agradecidos de Dios, de su amor y de su gracia para con nosotros, que nos convirtamos en ese brazo que sujeta, fortalece y cubre al hermano, para que juntos perseveremos hacia adelante, atrayendo también a otros a experimentar un nuevo comienzo en Cristo Jesús. Porque, así como cada día hay un nuevo amanecer, así también cada día hay una nueva oportunidad para todos de ser participantes de un nuevo comienzo en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Ileana Cruz Fernández / Puerto Rico

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