Devocional

Cuando nuestro amor no es suficiente

Texto: Marcos 14: 10-11. 

Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, se fue donde los principales sacerdotes para entregar a Jesús. Ellos, al oír la propuesta de Judas, se alegraron muchísimo, y prometieron darle dinero. Judas buscaba la oportunidad para traicionarlo, entregándolo.

A lo largo de mi vida cristiana, siempre he escuchado acerca de la traición de Judas porque indiscutiblemente es una parte importante en el ministerio de Jesús y nos deja mucho para pensar, meditar y aprender.

Estoy convencida de que uno de los sueños más importantes de todo creyente es mirar a Jesús cara a cara, poder tocar su rostro, abrazarlo, besarlo, conversar con él directamente, caminar a su lado y hacerle preguntas; todo esto, sin duda alguna, Judas lo pudo hacer en su momento. ¿Quién, que conoce a Jesús de esa manera, no llega a amarlo? Estoy convencida de que su sola presencia transmite al ser humano algo sobrenatural, que toca lo profundo de nuestro corazón; la palabra menciona que toda rodilla se doblará ante Él. Entonces, ¿qué sucedió con Judas?

Creo que es lo que muchas veces puede suceder con nosotros, que estamos convencidos de que le hemos entregado nuestra vida, que lo amamos como nunca lo hemos hecho con nadie, que estamos dispuestos a hacer todo lo que Él nos pida en una convicción aparentemente real hasta que se presenta una oportunidad que nos confronta con nuestra debilidad, con aquello que en ocasiones guardamos tan celosamente incluso de Jesús, ya sea por vergüenza, por comodidad, por temor, por simpleza, etc., y que torpemente creemos poder manejar sin la ayuda del Señor.

Al contrario de lo que Jesús hizo y hace cada día, entregándose sin reserva, dando de lo que tiene y de lo que Él es, mostrándonos con ejemplo lo que es el amor sacrificial. Cada uno de nosotros es desafiado a amar de la misma manera como lo hizo Jesús, pero muchas veces encerramos este amor hasta el último momento, cuando todo fue consumado a través de su sacrificio en la cruz, y perdemos de vista todo lo demás, creyendo que vivir un amor sacrificial se limita al sufrimiento, al dolor y nos olvidamos realmente de lo que también es el amor: genuino, comprometido, generoso, leal, sincero, inmerecido, gratuito, honesto e íntegro.

Es fácil juzgar a otros por sus acciones, mientras que, si somos nosotros, lo hacemos por nuestras motivaciones. Creo que lo primero que debemos hacer es transparentar nuestra vida en ese cara a cara con el Señor, permitir que Él realmente llegue a esos lugares que guardamos con o sin intención, permitir que su verdad nos confronte y nos dé verdadera convicción, no conformarnos con amarlo a nuestra manera porque jamás será suficiente y siempre seremos vulnerables a caer, dejemos de pensar que en algún momento no podríamos actuar como lo hizo Judas, porque eso nos pone en alto riesgo de creer que lo hemos logrado todo.

Entendamos que somos falibles, que necesitamos de la gracia y el favor del Señor para vencer día a día y que nuestro compromiso con Él debe renovarse diariamente, no bajemos la guardia. Si decidimos rendir nuestra vida delante del Señor, debemos hacerlo convencidos de que necesitamos aprender a vivir, a caminar, a servir como Él lo hizo, pero sobre todo a amar a su manera, no a la nuestra. Cerremos toda puerta que pueda ponernos en una posición insegura, entreguemos nuestros secretos, temores y permitamos que el Señor nos confronte con su verdad, amor y gracia, seamos verdaderos embajadores, transmitamos la verdad del Evangelio con integridad, vivamos lo que predicamos.

Créditos:

Lorena Acosta

Ecuador

Comparte la bendición:

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *