
¡Por mí y por todas mis compañeras!
Texto: Alégrense en el Señor constantemente, se los repito: “Siempre estén alegres” (Filipenses 4:4 TCB).
De niña jugaba con mis amigos un juego que en Chile se llama “Pillarse”, una niña o niño escogido comenzaba a perseguir a los demás, hasta atraparlos (pillarlos) y dejarlos en un lugar designado como cuartel, pero si alguno lograba escabullirse podía decir la frase “por mí y por todas mis compañeras” y quedaban libres del cuartel al instante para seguir en el juego…
Hoy quiero reflexionar por mí y por todas mis compañeras. La Mujer en la Biblia ocupa un lugar no menos importante frente a los hombres, son aquellas que, en el Antiguo Testamento, trajeron al mundo a reyes y profetas, y un contingente de héroes y célebres personajes del pueblo de Israel. Cuando hablamos del Nuevo Testamento nos encontramos con mujeres piadosas, llenas de fe que cambiaron el rumbo de la historia, como lo fue María de Nazaret y el nacimiento de nuestro Salvador o Elizabeth y el nacimiento milagroso de Juan el Bautista o María Magdalena quien siendo una “discípula” es un ejemplo de fe y obediencia ante el encuentro con Jesús, la mujer del flujo de sangre o la hija de Jairo, mujeres con diferentes historias y contextos o aquellas mujeres anónimas que siguieron a Jesús por el camino, buscando con ello un sentido a sus vidas, mujeres que terminaron siendo pilares esenciales en el nacimiento de la iglesia primitiva y en la formación de las primeras comunidades de fe, un claro ejemplo del propósito divino de la mujer, en todos los tiempos, siendo un agente de cambio para este mundo a través del poder transformador del amor de Dios expresado en Jesucristo.
Miramos atrás con agradecimiento por aquellas mujeres que abrieron caminos, que abrieron una brecha para que transitáramos todas y cada una de nosotras; no exentas de sacrificios, entrega y luchas, pagando un alto precio, incluso con sus propias vidas. Con su ejemplo nos dieron la posibilidad de desarrollarnos en los diferentes estamentos de nuestra sociedad moderna, trayendo dignificación, valoración y por sobre todo una tremenda sensación de una libertad creciente y una mirada optimista del futuro.
En el texto que hemos leído el apóstol Pablo menciona a Evodia y Síntique como colaboradoras suyas, estas dos mujeres cristianas habían defendido el evangelio junto a él. El apóstol las describe como sus colaboradoras, en griego la palabra es συνεργῶν (sinergón), esta palabra nos habla algo mucho más profundo que solo ser una ayuda o un utensilio, en su etimología más íntima se puede entender como una compañera de oficio, “un codo a codo” indispensable para el éxito de la misión.
Revisamos nuestra realidad, miramos nuestro entorno y es visible que aún faltan muchos espacios que conquistar, porque aún en medio de toda la visibilización de la importancia de la mujer en la sociedad, esta sigue estando en la periferia al momento de querer alcanzar metas en el ámbito eclesial y laboral. Ya no somos invisibles, el Maestro nos ha puesto en el centro de su misión, como sus compañeras imprescindibles para su cumplimiento.
Cada año, al acercarnos al día internacional de la mujer, agradecemos la libertad que tenemos y disfrutamos como mujeres en la mayoría de nuestros países. Pero no podemos solo quedarnos en lo que somos o tenemos hoy sin mirar el camino recorrido. Al leer las cartas del apóstol Pablo sobre todo aquellas donde alaba el trabajo o servicio de las mujeres, me llena de una profunda certeza de que nosotras las mujeres fuimos parte vital de la naciente Iglesia y que seguimos siendo parte fundamental de la que tenemos que construir de hoy en adelante. No importa cuánto hayamos perdido personalmente por causa del pecado, hemos ganado muchísimo más por medio de la victoria de la resurrección de Cristo.
Oremos por aquellas mujeres que aún no pueden ser completamente libres de cadenas emocionales, espirituales y humanas.
Lidia Chacón Urrejola / Chile
MATEO 15:26-28
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