Devocional

MÁS ALLÁ DE LA SANIDAD

Texto: “Cuando dijo estas palabras, escupió en la tierra, hizo lodo con la saliva y lo puso en los ojos del ciego. Y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que traducido significa enviado). El ciego se fue, se lavó y regresó viendo. Juan 9: 6-7

En cierta oportunidad, se le diagnosticó a un hombre, Cirrosis hepática y a causa de lo avanzada que estaba la enfermedad, los médicos lo desahuciaron. Abatido, salió del hospital sumido en la angustia, el sujeto no tenía más de 35 años. En su camino de regreso a casa, se cruzó con un albañil que percibió su angustia. Al preguntarle qué le sucedía, el hombre enfermo compartió su situación desesperada. El obrero, mientras continuaba con su trabajo, le habló de alguien que era más grande que cualquier diagnóstico médico. Su nombre era Jesús. 

De vuelta en su hogar, el hombre desahuciado siguió el consejo del albañil y buscó a Jesús en la oración. Y en ese encuentro espiritual, recibió la sanidad que tanto necesitaba. Con el paso del tiempo, formó una familia y se convirtió en pastor, dedicando 28 años de su vida al ministerio. En cada momento de su labor, ha experimentado el respaldo de Dios de manera palpable.

La enfermedad, lejos de ser una maldición, se convirtió en el medio a través del cual Dios manifestó su poder y su obra en la vida de este hombre, recordándonos la historia del ciego de nacimiento mencionado en el capítulo 9 del Evangelio de Juan. El relato nos desafía a repensar nuestra comprensión de la enfermedad y la adversidad. A menudo, tendemos a asociar el sufrimiento con el castigo divino por el pecado, pero en el caso de este hombre, su condición no era un reflejo de su maldad, sino una oportunidad para que la gloria de Dios se manifestara.

En la sociedad de aquel tiempo, la enfermedad era vista como un signo de impureza y pecado, lo que llevaba al aislamiento y la marginalización de quienes la padecían. Este hombre ciego, cuyo nombre desconocemos, estaba sumido en esa realidad de exclusión y desesperanza, sin ser reconocido por la comunidad religiosa de su época.

Sin embargo, Jesús vio más allá de su condición física y reconoció el propósito divino detrás de su sufrimiento. Él mismo afirmó que la enfermedad del hombre tenía un propósito mayor: revelar la gloria de Dios.

Esta historia nos desafía a reflexionar sobre nuestra perspectiva de la enfermedad y la aflicción. ¿Las vemos como oportunidades para que la gloria de Dios se manifieste? ¿O las percibimos como castigos injustos o pruebas que deben ser evitadas a toda costa?

En medio de la enfermedad y la vulnerabilidad, nuestra perspectiva de Dios y de nosotros mismos se pone a prueba. ¿Nos aferramos al orgullo y la desesperación, o encontramos esperanza y consuelo en nuestra dependencia de Dios?

La clave está en nuestra posición frente a la dificultad. ¿Nos rendimos ante la desesperación o encontramos fortaleza en la fe? La sanidad no se limita simplemente a la restauración física, sino que representa la revelación del poder divino y nuestra continua dependencia de Dios en cada aspecto de nuestras vidas.

Créditos:

Débora Dote 

Chile

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