Devocional

Redirigir el foco de atención

Texto: “Y predicaba diciendo: Se acerca uno que es más poderoso que yo, de quien no soy digno ni de inclinarme para desatar las correas de sus sandalias” Marcos (TCB).

Los creyentes que tienen claridad de su labor en el reino de Dios tratan de proclamar el evangelio de Jesucristo, con humildad, sin presunción, conocen sus límites, y redirigen la atención de las personas hacia Dios. 

La vida de Juan el Bautista es narrada en los evangelios Mt 3:1-12, Mc 1:1-8, Lc. 3:1-9, 15-17 y Jn 1:19-28. Su llegada estaba profetizada en Isaías 40:3 y Malaquías 4:5-6, era un profeta enviado por Dios, cuya misión consistía en preparar el camino de Jesús y lo hizo mediante un llamado al arrepentimiento y el bautismo por inmersión, realizada en el río Jordán; donde llevó a cabo su ministerio con humildad y sumisión. Vale resaltar que, de los versículos mencionados, pueden extraerse innumerables lecciones y mensajes, más la reflexión de hoy se trata acerca de “Redirigir el foco de atención”.

Juan el bautista realizaba un bautismo de arrepentimiento, hacia un llamado al cambio de mentalidad, que llegara a transformar la conducta humana (Mc v 3-4), los habitantes de la región de Judea y de Jerusalén acudieron donde Juan se encontraba, llegaban a bautizarse y a confesar sus pecados (Mc v 5).  En la narrativa se resalta el vestuario y la alimentación de Juan el bautista (Mc v 6); descripción que en la época actual no sería aceptado para alguien que dice ser un enviado de Dios.  

El versículo 7 señala como Juan estaba comprometido con su misión, tenía un ministerio poderoso, eficaz; que atrajo la atención de multitudes, pero Juan no fue oportunista, esto se da a conocer cuando él menciona que “Se acerca uno que es más poderoso”, con esa expresión enfocó la atención tanto de sus seguidores como de sus oyentes, hacia Jesucristo.  

Juan sabía que el ministerio de él era ser precursor, su servicio fue respaldado por Dios, pero esto no lo llevo a sentirse superior a Jesucristo. Conocía sus límites al decir “Yo siempre los bauticé con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo” (Mc. V 7). 

El personaje de la narrativa con humildad cumplía su misión, predicaba con su ejemplo, su mensaje no buscaba agradar los oídos de sus oyentes. Muy contrario a la mayoría de proclamadores del evangelio en la actualidad. 

Para todo creyente que sirve a Dios, y que Dios en su misericordia le haya dotado de habilidades y talentos, dones y respaldo divino; siempre en su servicio recibe halagos, felicitaciones, que tientan su ego como persona.  No obstante, si conoce al Dios a quien sirve, sabe en qué consiste su misión, en el reino de Dios; su vida no será más que un instrumento, cuyo fin es contribuir en la expansión de la obra de Dios.  Para ello, es indispensable reconocer que el mensaje a compartir viene de Dios y que quien hace la obra en cada vida es el poder de Dios, por más poderoso o prospero que sea un ministerio el dueño de la obra siempre es Dios, he allí la urgencia de redirigir la atención de los fieles hacia Jesucristo, ¡tal como lo hizo Juan el bautista! Teniendo siempre presente a quien pertenece la gloria.

¿Posee usted un ministerio poderoso? ¿Es Cristo el centro del mensaje que usted comparte? Un ministerio próspero, exalta el nombre de Jesucristo quien dio su vida por toda la humanidad. 

Créditos:

María Fidelina Camajá Az 

Guatemala 

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