MEJOR ES DAR QUE RECIBIR
Texto: “Siempre hagan el bien y no se olviden de compartir, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios” Hebreos 13:16 TCB.
Hace unos años, cuando vivíamos en otra ciudad, con un grupo de amigos salíamos una vez a la semana a repartir chocolate caliente y pan a distintas personas que vivían en la calle. Pasábamos tiempo conversando con ellos, escuchándolos, visibilizando sus vidas, haciendo que recordaran que eran importantes para Dios y si se daba la posibilidad orábamos con ellos y por ellos.
Aunque, efectivamente estábamos haciendo el bien a esas personas, siempre he pensado que la retribución era mutua, ya que vivir esa experiencia me enseñó a valorar verdaderamente todo lo que tengo. Después de cada salida, llegaba a mi casa a llorar de agradecimiento a Dios por absolutamente todo, mi casa, mi cama, mi estufa, la comida, la ropa, y un gran etcétera. Me sentía una privilegiada y lograba darme cuenta de que muchas veces damos por sentado todo, como si fuera lógico, obvio y “básico” tener para comer y vestir, y por lo mismo, no somos conscientes de que otras personas no lo tienen y que somos afortunados de no carecer de ello. Y esta limitación de pensamiento nos hace pedirle e incluso exigirle a Dios “misericordias más grandes” y nuestras oraciones se enfocan y giran en pedir y pedir más cosas materiales porque “lo básico” esta siempre cubierto.
Siempre, lea bien, “siempre” tendremos algo para dar. Muchas veces, cuando nos piden dar, nos basamos en lo económico y nos limitamos a decir que no tenemos mucho para compartir y respondemos que si tuviésemos más de seguro daríamos. Pero la verdad es que se puede dar de diversas maneras. El dar es más profundo que solo pensar en lo material. También existe el darse uno mismo, es decir, usted entrega el recurso más valioso con el que cuenta, su tiempo. A veces escuchar es suficiente, prestar atención a una persona, visitar a un enfermo, hacer un bonito comentario, un abrazo, una sonrisa, una felicitación, no nos cuesta nada monetario y ciertamente son acciones no tan valoradas, incluso subestimadas. Sin embargo, algunas personas agradecen genuinamente estos gestos, el ser considerados y tomados en cuenta. Entregar estos detalles, aunque sean pequeños o breves, pueden cambiar el día completo de una persona y el de nosotros también.
Jesús se dio por completo, él no escatimó absolutamente nada, él es el dador por excelencia, se despojó de su posición como hijo de Dios y de su humanidad, él realmente no se aferró a nada y nos entregó todo. Por lo mismo, Jesús debe ser nuestro mayor y supremo ejemplo de dar, debemos imitarlo y lo primero y más valioso que podemos compartir con otros, es la salvación que obtenemos por gracia, a través del sacrificio de Jesús. Siempre tendremos algo para compartir, tangible o intangible, solo tenemos que abrir nuestros sentidos espirituales y pedirle a Dios el discernimiento para saber qué dar, entendiendo que al hacerlo estamos sirviendo al Señor. Es maravilloso saber que al servir estamos agradando a Dios, así que debemos hacer de esto un hábito. No rehuyamos del dar y darse, pues Dios paga muy bien a sus obreros y siempre tendremos recompensa divina por nuestra labor.
Hacer el bien y compartir lo mucho o poco que tengamos tiene una retribución inmediata y le puedo asegurar que hay más gozo dando que recibiendo. Ahora le pregunto ¿qué y cuánto está dando? En este sentido, ¿está imitando a Jesús? Oremos para ser fieles ejemplos de Jesús en el dar y darse a sí mismo. ¡Bendiciones!
Créditos:
Carolina Andrea Riquelme Nieto.
Chile
Emocionalmente espiritual.
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