Devocional

 Solo Cristo, la Adoración y la Reforma Protestante

Texto: “Más bien, alégrense con las alabanzas, anímense con salmos, himnos y canciones espirituales, establezcan un altar de adoración en sus corazones” (Efesios 5:19 TCB).

Cuenta la historia que, en el año 1738, John Wesley asistió a una reunión en una iglesia en Londres, donde no solo fue impactado por el mensaje, sino que también su corazón fue conmovido y transformado al escuchar un hermoso himno. Si bien no se ha identificado con precisión el nombre de ese himno, hay indicios que pudo haber sido uno escrito por Martín Lutero. El canto reforzaba la verdad de que la salvación no dependía de las obras o esfuerzo religioso, sino que solo y únicamente a través de la fe en Cristo.  Desde entonces junto a su hermano Charles Wesley, que fue un reconocido compositor de himnos, contribuyeron a enriquecer la vida espiritual de miles de personas, dejando un legado que perduraría hasta hoy.

Lo cierto es que, cuando la Reforma Protestante irrumpió en la historia de la Iglesia en 1517, esta no solo afectó a la teología, sino que también influyó de manera notable y permanente en la manera en que adoramos a Cristo. Una de las “Solas”, pilar fundamental de la Reforma, es Solo Cristo (Solus Christus), que establece que solo en Cristo el ser humano encuentra salvación y que Él es el centro de toda nuestra adoración, siendo exaltado como el único mediador entre Dios y los hombres. 

Antes del impacto producido por los Reformadores, la música en la liturgia estaba dominada principalmente por los cantos gregorianos en latín. El pueblo común, que no entendía el idioma, no tenía acceso a la comprensión de lo que se cantaba, y como resultado, la adoración se volvía distante.  Sin embargo, Lutero comprendió muy bien que la adoración debía involucrar a toda la congregación, iniciando de inmediato un cambio radical. Desde entonces, las alabanzas comenzaron a ser cantadas en el idioma del pueblo, permitiendo así que todos pudieran unirse en adoración a Cristo Jesús desde el fondo de sus corazones. Esto representó un giro significativo en la espiritualidad de los feligreses. 

Este cambio extraordinario se posicionó como una transformación vital tanto en el estilo musical como también en la participación de la congregación, celebrando el hecho de que no somos meros espectadores pasivos, sino que nuestra adoración debe ser una respuesta activa y personal al amor de Cristo. Hoy en día, gozamos de amplia libertad para adorar a Dios en nuestro propio idioma, podemos elegir la música que más nos conecta y nos acerca a Cristo, fruto del trabajo directo de la Reforma.

Te invito a reflexionar sobre la música que escuchas hoy para alabar a Cristo, es posible que tengas una en particular, tu favorita, esa melodía que eleva tu espíritu y te llena de gratitud, exaltando el nombre de Cristo, el único digno de ser alabado, quien se merece toda la honra y el honor y que espera tu adoración desde lo más íntimo de tu corazón. Cada vez que escuchas una alabanza, no es solo un momento para disfrutar de la música, sino que es una oportunidad para unirte a miles de personas a la adoración universal de Cristo.

El llamado es a adorar a Cristo con libertad, con alegría y gratitud. Muchos llegan cada domingo a la iglesia solo a escuchar el sermón, perdiendo la hermosa posibilidad de elevar su voz y enfocar su corazón completamente en Cristo a través de una adoración sincera y profunda. 

Durante esta semana, dedica tiempo a meditar cómo estás utilizando la música, su ritmo, su melodía y letra, para glorificar a Cristo. No dejes de lado la adoración, renueva tu compromiso de conexión íntima con Él y agradece la libertad que hoy tenemos, gracias a la Reforma, de adorarlo en nuestro propio idioma y con la música que nos llena el alma. 

¡Canta con el corazón, sube el volumen a tu canción favorita y adora al único digno de toda alabanza: Solo Cristo!   

Créditos:

Olga Bascuñán

Chile 

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