Devocional

Testigos de Su amor sacrificial

Texto: Mateo 26:21-26

21. Y mientras comían, Él les dijo: – La verdad es que uno de ustedes me entregará. 22. Y los discípulos se pusieron muy tristes, y empezaron a preguntarle uno por uno: – ¿Acaso seré yo, Señor? 23. Pero Él contestó: – El que siempre come conmigo, este me entregará. 24. Es cierto que el Hijo del hombre se va, conforme ha sido escrito, mas ¡Ay del hombre que entregue al Hijo del hombre!, sería mejor que ni hubiese nacido. 25. Y Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó a Jesús: – ¿Acaso soy yo, Maestro? Jesús le dijo: – Tú lo has dicho. 26. Y mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo, lo partió y después de haberlo entregado a los discípulos, dijo: – Tomen y coman, este es mi cuerpo. 

Hay un poema hermoso que dice:

El egoísmo busca un regalo

El amor ama dar,

El amor se entrega a sí mismo

El amor ama la vida

La gran generosidad del amor no tiene en cuenta el costo,

Sintiendo que, aunque nada queda, nada se ha perdido.

  • Anónimo

Lo real del verdadero amor es que se trata de sacrificio, es una entrega total, es generosidad y fue justo lo que Jesús nos mostró con su acto de amor hacia Judas.

Cuando nos comportamos como Judas: Mientras comían, Judas venía de negociar con el maestro; recién había acordado entregarlo a cambio de 30 monedas de plata y luego se sentó a la mesa con sus compañeros de ministerio y con Jesús. Cuántas veces hemos actuado como Judas, sentados a la mesa disfrutando de las bendiciones del Señor, sabiendo que hemos negociado con el pecado. Quizás hemos negociado nuestra santidad, nuestros principios y sin darnos cuenta hemos seguido como si nada, pensando que no hay nada de malo en negociar. Ese Judas al que tantas veces hemos juzgado nos ha representado en la frialdad espiritual. 

Cuando Jesús nos confronta: Los discípulos son confrontados al tener que reflexionar sobre la afirmación del Maestro, y tratando de encontrar un ápice de arrepentimiento en Judas, lanzan sus palabras, pero lejos de encontrar arrepentimiento, encontramos en Judas el descaro, la indolencia, la frialdad de mirar para otro lado y pensar que no estaba haciendo lo que Jesús reprochaba. Y es que cuando somos confrontados con la Palabra, muchas veces hemos preferido mirar hacia otro lado, pensar que quien falla es el vecino, es el amigo, es el hermano; pero no se refiere a nosotros.

Nuestra traición no limita su amor y sacrificio: Jesús siguió con la cena; si usted y yo hubiéramos estado en el lugar de Jesús, posiblemente habríamos sacado a Judas del lugar o habríamos cancelado la cena en el acto. Pero su amor no está limitado a nuestras traiciones. Su amor no está condicionado a nuestras fallas. Siguió con su enseñanza sobre sus planes maravillosos que incluían a aquel que lo traicionaría, que lo negaría y a aquellos que guardarían sus mandamientos, porque sus planes no están limitados por nuestras fallas. Él nos incluye a todos, su amor nos incluye a todos.

Entregó el pan a cada uno: No le dijo a Judas «tú no comas porque eres indigno», les dio pan a todos y les dio la lección a todos. Cada uno decidiría qué hacer con esa enseñanza. Pero su amor se manifestó con cordura, con paz, con tolerancia y con sacrificio. ¡Ah, qué bueno es mi Jesús! Sabiendo de mis fallas, conociendo mis más grandes errores pasados, presentes y futuros, decide cada día amarme y brindarme una nueva oportunidad de honrarlo. Él sabe que le fallo, que a veces prefiero las monedas de plata porque me desespero, Él sabe que a veces quiero apresurar su Reino tomando atajos y aun así comparte el pan conmigo cada día. No solo el pan físico sino el pan espiritual que nos sostiene y nos nutre. Su sacrificio no se detuvo al conocer mi traición.

Nuestra naturaleza pecaminosa nos impulsa cada día a la traición, nos impulsa a ser como Judas; pero su amor nos restituye, su amor nos limpia de todo pecado y ese pan que fue entregado para vida eterna, ese pan de vida nos levanta. Come de ese pan cada día porque hay un Judas en cada uno de nosotros, como el apóstol Pablo decía en Romanos 7:19: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.» Y al estar conscientes de ello, podremos también ser más conscientes de su amor sacrificial por nosotros.

Que hoy puedas recordar ese acto tan noble de amor sacrificial que, aun sabiendo que pedimos monedas, Él… Él nos dio pan.»

Créditos: 

Cinthya C. Jiménez Cruz

Honduras

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