
La sed que conduce al Reino
Texto: “Plenamente felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6 TCB).
Es sabido que, en cualquier logística de Maratones, medias maratones o carreras de 5, 8 y 10 k, se deben incluir islas de abastecimiento e hidratación para los atletas. Porque, cuando un corredor inicia la competencia, sabe que conforme avance en el kilometraje aumentará su sed, y llegará un momento en el que más que pensar en la meta, solo anhela un sorbo de agua para poder continuar. En medio de una competencia, lo único que pasa por la mente es: no hay nada más valioso que un vaso o una bolsa de agua pura en mis manos. Esa misma urgencia es la que Jesús utiliza como imagen para describir la verdadera felicidad: tener hambre y sed de justicia. Este no es un deseo opcional, sino una necesidad que domina la vida entera.
Cuando Jesús declaró: dichosos los que tiene hambre y sed de justicia (Mt. 5:6), no se refirió a una idea meramente abstracta o puramente legal, sino mas bien a un anhelo vital, a algo tan profundo como lo es la necesidad de comer y beber. En el trasfondo bíblico, el término justicia (sedeq y sedakah en hebreo) es muy común en el Antiguo Testamento y cubre una gama de significados. Puede significar tanto la justicia social que implica vivir en relaciones correctas con los demás, como la justicia religiosa que implica vivir una vida en obediencia a Dios y a su voluntad.
El empleo mateano de esta palabra, se sitúa en la línea moral y religiosa. No es casual que el evangelista sea el único que emplea el término con frecuencia (3:15; 5:20; 6:1,33; 21:32). En todos los pasajes, la justicia se entiende como conformidad de la vida humana con lo que Dios quiere. No se trata de cumplir unas simples normas, sino de vivir en sintonía con el corazón del Padre. Por eso, en el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en que la justicia de sus discípulos debe ser mayor que la de los escribas y fariseos (5:20), porque no basta con un cumplimiento externo: se necesita una transformación interior.
La expresión hambre y sed de justicia intensifica esta enseñanza. No se trata de un interés ocasional, sino de un deseo ardiente y activo de vivir según la voluntad de Dios. Así como nuestro cuerpo clama por alimento y agua para sobrevivir, el alma del discípulo clama por el Reino de Dios y su justicia (6:33). En estos pasajes hemos descubierto que la justicia de la que Jesús habla no se limita a lo humano: supera nuestras fuerzas, aunque nos exige trabajo. La justicia de la que Jesús habla es una justicia nueva, inaugurada por la nueva alianza en Cristo.
Esta justicia, entonces no se identifica con una simple observancia de la Ley, sino con el estilo de vida diseñado por Jesús: amar a los enemigos, perdonar sin medida, practicar la misericordia, vivir en confianza filial hacia el Padre (Mt. 5:20-48; 6:1-18). Tener hambre y sed de justicia significa aspirar a ser hijos auténticos del Padre, modelando nuestra vida según su bondad. La justicia divina, finalmente, se manifiesta en gratitud y misericordia: Dios es justo no porque paga según nuestros méritos, sino porque ofrece salvación y vida al pecador.
En este sentido, Jesús nos enseña que la verdadera felicidad no se encuentra en nuestra autosuficiencia, ni en el poder humano, ni en la aprobación de los demás, sino en depender de Dios y vivir en conformidad con su Reino. El discípulo que tiene hambre y sed de justicia reconoce que la plenitud no está en lo que puede lograr por sí mismo, sino en lo que Dios promete saciar: una vida colmada por su gracia, transformada por su amor y en el camino hacia la perfección del Padre (Mt. 5:48).
Por último, para reflexionar, te comparto las siguientes preguntas:
1. ¿Qué lugar ocupa en tu vida el deseo de la justicia de Dios frente a tus deseos diarios?
2. ¿Tienes la misma urgencia por vivir en la voluntad de Dios como la que sientes por el agua cuando tienes sed?
3. ¿Estás dispuesto(a) a incomodarte para vivir y practicar la justicia que Jesús enseña, incluso cuando esto signifique ir contra la corriente del mundo?
Maybeli Pérez Peralta / Guatemala

“Tengo sed” y la justicia de Dios
RUT 4:7
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