Devocional

La Resurrección, signo de esperanza y vida.

Texto: Lucas 24:6  No está aquí, ¡Ha resucitado!

Era el tercer día. Las mujeres creían no haberse equivocado al escuchar de los labios de Jesús que resucitaría al tercer día. Antes del amanecer, ya estaban empacando los ungüentos, las especias y todos los elementos necesarios para dirigirse hacia la tumba. Como auténticas discípulas, necesitaban estar lo más cerca posible del cuerpo de su maestro, y aún más cuando seguramente albergaban la esperanza de que las palabras pronunciadas por él se cumplieran y acabaran con la tristeza de su muerte. Ellas fueron las primeras en ser testigos del cumplimiento de este magno acontecimiento. Revisemos hoy algunas implicaciones.

En la muerte de Jesús encontramos el inicio de nuestra esperanza, el alivio de saber que el problema del pecado se resuelve mediante su perdón y el derramamiento de su sangre. Sin embargo, este regalo inmerecido y maravilloso nos conduce hacia una esperanza más elevada cuando, desde la cruz, contemplamos la resurrección de Jesús (Lucas 24:6). En la resurrección, Jesús derrota la muerte y expresa contundentemente que es el Hijo de Dios (Romanos 6:9). El Hijo de Dios hace efectiva cada promesa y palabra de los beneficios que se desprenden de su muerte sacrificial.

La resurrección permite que sus discípulos gocemos de una esperanza permanente en la vida venidera. Cuando nos enfrentamos a las aflicciones del mundo presente, podemos regocijarnos en la bendición de la vida eterna junto al reino de nuestro amado Padre, donde ya no habrá dolor, enfermedad ni aflicción. La resurrección de Jesús nos posiciona, por la fe, en «lugares celestiales», instalándonos ya en la expectativa del gozo presente de saber que estaremos junto a Cristo (Efesios 2:6). Cuando nos sentimos desdichados, frustrados o alienados por las tensiones de la vida, podemos mirar hacia Cristo y eliminar esas perspectivas negativas. En tus días grises, recuerda: hay lugares celestiales donde hay asientos reservados para ti.

La resurrección de Jesús nos desafía a ser victoriosos sobre nuestras debilidades, a vivir una vida nueva en Él, donde el pecado ha sido derrotado y vencido, por lo que ya podemos comenzar a disfrutar de la verdadera libertad proporcionada por Él y caminar en victoria (Romanos 6). La resurrección de Jesús afirma la permanencia constante de Jesús en nuestra cotidianidad (Mateo 28:20). Antes de ascender al cielo, Jesús nos comisionó, pero también nos dejó la promesa de su compañía; la realidad del «Dios con nosotros» se hace visible en el poder de la resurrección.

En conclusión, la resurrección de Jesús tiene una trascendencia maravillosa para nuestras vidas; es una puerta abierta al gozo y a la vida plena. ¡Es una realidad gloriosa que se celebra día a día y un motivo para adorar cada mañana! ¡La resurrección de Jesús es esperanza y vida!

Créditos: 

Claudia Yáñez 

 Chile. 

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