Amor frente al Fuego
Texto: Juan 21:17 (TCB)
Jesús le preguntó por tercera vez:
— ¿Me amas con el amor sacrificial, y estás dispuesto a dar la vida por mí?
Pedro se entristeció porque le preguntaba por tercera vez y le dijo:
— Señor, tú conoces todas las cosas, tú me conoces íntimamente. Solamente te amo sentimentalmente, pero aún no te amo sacrificialmente.
Jesús le dijo:
— Necesito que me ames con el amor sacrificial, como requisito fundamental para ser pastor de ovejas.
La calidad del amor que entregamos en una relación dictará la profundidad de nuestros sacrificios y todo lo que estamos dispuestos a hacer por el ser amado. Hay un cuento que dice que unos animalitos de granja se mudaron a la gran ciudad, y se encontraron con un niño abandonado en la calle. Pronto la vaca tuvo una idea: le dijo a la gallina que pusiera dos huevos, que ella daría la leche y que el cerdito pusiera el jamón para armar un delicioso desayuno. El trato parecía bueno para todos, menos para el pobre puerquito, quien para ayudar tendría que morir.
Hay diferentes tipos de amores, y en griego, hay varios términos que se usan para clasificar la intensidad del amor. Dos de estos términos se encuentran en esta conversación incómoda que se dio después de la negación de Pedro. Jesús confronta a Pedro frente al fuego de una fogata al preguntarle: ¿Me amas? En las primeras dos preguntas se usa agapao y en la última se cambia a Fileo. Entender la diferencia entre los dos términos nos explica por qué se entristece tanto Pedro, hasta el borde de las lágrimas, justo después de la tercera pregunta. El punto es que el amor ágape es la máxima intensidad de amor que se puede vivir, significa dejar de ser yo para que el otro sea, buscar la felicidad del otro, morir yo para que el otro viva: es un amor profundo y sacrificial. Es un amor que da jamón y no solamente un vaso con leche. En cambio, Fileo hace referencia a un cariño menos profundo, una afinidad amistosa que no se arriesga lo suficiente.
Jesús le preguntaba si lo amaba usando el agapao, a lo que Pedro, con profunda vergüenza, respondía: “Sí, te quiero”. La conversación toma un giro cuando por tercera vez Jesús le pregunta: ¿Me amas?, y en ese momento Pedro se quiebra y dice: “Tú me conoces, que solo te amo sentimentalmente”. Pedro era una persona altamente impulsiva y manipulada por el calor de la situación. Su boca a menudo hablaba sin pensar en las consecuencias. Rumbo al Monte de los Olivos, le prometió a Jesús ir hasta la muerte por amor a Él. Después, bajo la luz del fuego de las antorchas de aquellos que venían a aprender de Jesús, sacó su espada y lastimó a otro por defender al Señor. Muchas veces somos así: cuando estamos en un buen culto pasamos al altar y prometemos darlo todo por Jesús. Pero, ¿qué tan dispuestos estamos a cumplir esas promesas efusivas?
Acto seguido, tenemos a Pedro frente a otra fogata que fue para él una prueba. En esa fogata donde corría peligro su vida si admitía su amor por Jesús. No es lo que hacemos en el templo lo que demuestra la calidad de nuestro amor por Dios, sino cuando no tememos decirles a los opositores del Evangelio que somos cristianos. Es triste que en las universidades nuestros jóvenes ocultan su fe por temor al rechazo, que existan profesionistas que falten a su integridad por no perder un puesto en la empresa, y que muchos pastores no corrijan al congregante por temor a perder sus diezmos. Todo lo anteriormente mencionado muestra que al Dios que entregó su vida, solo se le están sirviendo vasos de leche adulterada en lugar de amar con convicciones firmes.
El fuego del desayuno en la playa, es el que me recuerda el amor infinito de nuestro Dios. Pedro sabía que Dios un día le dijo que sobre esa roca edificaría su iglesia, pero resulta que el pescador de hombres ya no se sentía digno de seguir dentro del plan inicial de Jesús; era más sencillo pescar peces. Justo cuando fallamos y creemos que Dios ya no confiará en nosotros, viene y nos recuerda que por cada vez que cantó el gallo, hay un “Apacienta mis ovejas»
Créditos:
Hogla Mendoza Martínez
1 Juan 4:7-9
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Un comentario
Carlos Arancibia
Excelente exposición.