Devocional

La Reacción de Simeón

Lucas. 2, 25-26 TCB

“Había en Jerusalén un hombre, cuyo nombre era Simeón, que era justo y dedicado a Dios, él esperaba la llegada del Mesías para consolar y liberar a Israel, y tenía comunión con el Espíritu Santo, que le había revelado que él no moriría antes de ver el Mesías del Señor;”        

            El evangelio de Lucas se distingue por tratar ciertos temas que, aunque estén presentes en los otros evangelios, el evangelista los acentúa. Uno de los temas que Lucas resalta es el de la obra del Espíritu Santo. Ya desde el comienzo de su escrito, presenta al Espíritu Santo como el agente central de su obra.

            En los versos referidos inicialmente, tenemos una figura que muy pocas veces se menciona, Simeón. Sin embargo, el evangelista lo menciona con unas cualidades dignas de admirar, “justo,  dedicado a Dios y de comunión con el Espíritu Santo’’ (v.25). Dicho de otra manera, Simeón es descrito como una persona sensible a la guianza y dirección del Espíritu de Dios. Había sido precisamente el Espíritu Santo quien le había dado una promesa y ansiosamente Simeón esperaba el cumplimiento de esta. ¿En qué consistía la promesa hecha? En que no moriría hasta ver al Mesías esperado (v.26).

             Lucas enfatiza que en el momento en que los padres de Jesús van al templo a cumplir con lo requerido por las costumbres judías, precisamente ese día, Simeón se siente dirigido por el Espíritu Santo y fue al templo también. Así lo dice el relato “guiado por el Espíritu, se fue al templo, y cuando los padres del niño Jesús lo llevaban para cumplir con las prescripciones de la ley, Simeón le tomó en sus brazos, agradeció y alabó a Dios…”(Lc.2,27-28 TCB). Esta alabanza de Simeón constituye uno de los 3 himnos que aparecen en el evangelio de Lucas: Magnificat- el cántico de María, Benedictus- cántico de Zacarías y el Nunc dimittis- el cántico de Simeón.

 Este cántico contiene dos afirmaciones dignas de resaltar:

1. “Ahora, Señor, puedes dejarme morir en paz, ¡ya has cumplido tu promesa! Pues mis ojos ya vieron tu salvación…” (Lc.2,29-30 TCB). Gracias a la sensibilidad de Simeón a la guianza del Espíritu Santo, logró identificar al niño que había cogido en sus brazos y pudo percibir el cumplimiento de la promesa que se le había dado. Por lo tanto, sin duda alguna expresó que ya estaba listo para morir porque el plan de Dios en su vida ya se había realizado. Nunc dimittis viene de la versión latina y significa “ahora puede dejar ir”. No hay un premio mayor que el poder experimentar esa satisfacción que sintió Simeón de haber cumplido la voluntad de Dios.

2. “esta salvación fue planificada para alcanzar a todos los pueblos, que será luz para revelación a los gentiles, y traerá honor a tu pueblo Israel” (Lc.2,31-32). Estos versos nos muestran que el vínculo de Simeón con el Espíritu Santo le dio claridad de la salvación universal. La salvación que proveería este niño que tenía en brazos sería para todos sin acepción de personas. Es decir, que la relación de Simeón con el Espíritu de Dios le permitió ver más allá de los prejuicios de la época y expresar la bendición de salvación para todos.  

               En conclusión, Lucas nos presenta en esta narración la importancia de mantener ese vínculo con el Espíritu Santo. Si queremos ser cristianos maduros, capaces de discernir la voluntad de Dios en nuestras vidas, debemos seguir el ejemplo de Simeón y desarrollar esa comunión con el Espíritu Santo, para que nos impulse a ser sensibles a la guianza y dirección de Dios en nuestras vidas. 

Créditos:

Carolyn Moreno

Puerto Rico

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