Devocional

Misericordia y perdón: Un nuevo comienzo en Cristo

Texto: “Entonces, acerquémonos con confianza al trono de la gracia de Dios, para que recibamos misericordia, bondad y gracia para ayudarnos cuando lo necesitemos” (Hebreos 4:16 TCB).

“Haga lo que haga, no hay forma de librarme de la culpa”. Esa era la frase que repetía frecuentemente hace algún tiempo, antes de conocer a Dios. La condenación era una constante en mi vida diaria. En ese entonces, intenté huir al lugar más alejado donde pudiera ir. Como si de alguna manera, mis pensamientos se pudieran quedar en un lugar físico determinado y así, encontrar paz. Cuando me mudé, llevé pocas cosas en la maleta, con la intención de hacer un “borrón y cuenta nueva”. Hasta allí, no me había dado cuenta de que la culpa había llegado al destino en el mismo avión que yo. 

Con el paso de los días, mi situación empeoraba. Estaba sola y sentía que no había escape. Incluso llegué a pensar que la única solución era acabar con mi vida, creyendo que así terminaría mi sufrimiento. Ese periodo fue el más sombrío. Puesto que creía estar en un laberinto sin salida. Sin embargo, al llegar a esa oscuridad total, creyendo que había llegado al límite de mis fuerzas, Jesús estaba ahí esperando que yo alzara la vista y le mirara.

 La vida, en su complejidad, muchas veces nos enfrenta con nuestros errores y fracasos, dejándonos con un peso de culpa que parece imposible de llevar. La carga es tan pesada que pensamos que estamos condenados a vivir bajo esa sombra para siempre. Sin embargo, la Palabra de Dios en el libro de Hebreos nos ofrece una verdad liberadora y transformadora.

Por eso, hoy, cada vez que vienen esos pensamientos de culpa a mi mente, reflexiono en Hebreos 4:16 “Entonces, acerquémonos con confianza al trono de la gracia de Dios, para que recibamos misericordia, bondad y gracia para ayudarnos cuando lo necesitemos” (TCB).

La gracia de Dios está ahí para abrazarnos y quitarnos toda culpa a través de Cristo. Su misericordia borra los errores cometidos en el pasado y su bondad nos cura las heridas. Por lo tanto: “Ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, porque por medio de Él, la ley del Espíritu que da vida plena nos liberó de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2).

En Cristo encontramos la esperanza que trasciende nuestros errores y nos ofrece una nueva vida llena de paz y libertad. Que cada uno de nosotros, al acercarnos al trono de la gracia, lo hagamos con la confianza de que somos amados, perdonados y restaurados. Que esta verdad nos impulse a vivir una vida libre de condenación, plenamente conscientes de la gracia inmerecida que hemos recibido.

¿Qué carga llevas hoy que necesitas dejar a los pies de Jesús? ¿Qué te impide acercarte al trono de la gracia con confianza? Tómate un momento para reflexionar y permite que su gracia transforme tu vida, liberándote para vivir en la plenitud de su amor.

Créditos:

Débora Dote 

Chile.

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