Devocional

“El Amor que da Vida”

Texto: «Un mandamiento nuevo les doy, que se amen con amor sacrificial los unos a los otros, como yo los amé, con mi propia vida, también ustedes, ámense mutuamente con amor sacrificial» (Juan 13:34 TCB).

Cuando Jesús pronunció estas palabras, no estaba dando una sugerencia, sino que lo que dijo en realidad fue un mandato cargado de propósito eterno. Él no nos llamó simplemente a tener afecto mutuo o a ser cordiales entre nosotros; nos ordenó amarnos con el mismo amor con que Él nos amó: un amor sacrificial, profundo, y transformador. Un amor que no se basa en emociones pasajeras, sino en una decisión firme de dar al otro sin esperar nada a cambio.

Este tipo de amor – el amor ágape – no es fácil de practicar, en eso creo que estamos todos de acuerdo. Nuestro corazón humano, aunque renovado por el Espíritu, sigue luchando con una naturaleza caída que reacciona, se cansa, se hiere y en ocasiones incluso se resiste a perdonar. ¿Cómo amar a alguien que constantemente nos lastima? 

El amor de Dios manifestado en Cristo Jesús no solo fue un acto de salvación, sino también un modelo de vida para sus discípulos. Jesús vivió plenamente sometido a la voluntad del Padre, modelando una vida de obediencia, humildad y entrega. Este amor no fue abstracto ni sentimental; fue concreto, encarnado en gestos de servicio, compasión, perdón y, finalmente su gran amor lo demostró en la cruz.

Jesús conoce la fragilidad del corazón humano, nuestras limitaciones emocionales, espirituales y físicas. No solo las conoce desde una perspectiva divina, sino que las experimentó en carne propia. Jesús demostró que el amor ágape no es teórico, sino práctico y redentor. Su entrega en la cruz fue la cúspide de este amor: “En esto consiste el amor sacrificial: no fuimos nosotros los que amamos sacrificialmente a Dios, sino que Él nos amó con el sacrificio de la encarnación y de la cruz por medio de Jesucristo y lo envió al mundo para liberarnos de nuestros pecados” (1 Juan 4:10).

Seguir a Cristo implica una vida marcada por la renuncia al yo y la entrega al prójimo. Pablo exhorta a los creyentes a imitar a Cristo (Filipenses 2:5-8). No somos llamados simplemente a admirar a Jesús, sino a vivir como Él vivió, por medio del poder que Él mismo nos da.

Su amor no solo nos redime, sino que nos forma, nos capacita y nos impulsa a amar como Él amó. Es este amor sobrenatural el que da testimonio al mundo de que somos verdaderamente sus discípulos (Juan 13:35). Permanecer en la Palabra, sumergirnos en la presencia de Dios, no es solo un hábito espiritual, es el alimento que fortalece nuestra capacidad de amar. En Juan 15, Jesús promete que, si guardamos sus mandamientos, permaneceremos en su amor, y nuestra alegría será plena. 

Oremos para que el Señor renueve en nosotros cada día la fuerza para amar como Él nos amó. Que no nos cansemos de hacer el bien, y que seamos reconocidos como discípulos suyos por la manera en que amamos, con ese amor sacrificial que cambia vidas y glorifica a Dios.

Zulma Reyes Abolafia / Puerto Rico

Comparte la bendición:

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *