Renovación constante a través de la palabra de Dios
Texto: «Toda la Escritura es producto de la inspiración divina, es provechosa para enseñar, para iluminar, para corregir y para instrucción y práctica de la justicia, con el propósito de perfeccionar al creyente y prepararlo para el cumplimiento de la misión.» (2 Timoteo 3:16-17 TCB)
Un anciano campesino vivía en un pequeño pueblo, dedicado a sus cultivos y animales. Cada mañana, al amanecer, se sentaba junto al fuego con una vieja Biblia que le había dejado su padre. Aunque leía el mismo pasaje una y otra vez, su joven nieto, curioso, le preguntó un día: «Abuelo, ¿por qué sigues leyendo la Biblia si a veces parece que no recuerdas todo lo que lees?» El anciano, sin decir una palabra, pidió al niño que llevara una cesta de mimbre y bajara al río para llenarla de agua. El niño, aunque dudoso, lo hizo, pero cuando llegó de vuelta, el agua había escapado. El abuelo le pidió que lo intentara de nuevo, y sucedió lo mismo. Tras varios intentos, frustrado, el niño dijo: «Es inútil. No importa cuántas veces lo haga, la cesta no retiene el agua». El abuelo, con una sonrisa, le respondió: «Así es, pero mira la cesta: antes estaba sucia, ahora está limpia. La Palabra de Dios, como el agua, limpia nuestro corazón, aunque no siempre podemos retener cada palabra.»
Este relato nos recuerda el poder transformador de la Palabra de Dios, aun cuando no comprendamos todo de inmediato. En 2 Timoteo 3:16-17, el apóstol Pablo nos dice: «Toda la Escritura es producto de la inspiración divina, es provechosa para enseñar, para iluminar, para corregir y para instrucción y práctica de la justicia, con el propósito de perfeccionar al creyente y prepararlo para el cumplimiento de la misión». Este texto nos enseña que la Biblia es más que un libro; es un manual divino diseñado para formar nuestra vida, capacitarnos y moldear nuestro carácter. Al igual que el anciano y la cesta en la historia, cada vez que nos sumergimos en la Palabra, aunque no recordemos cada detalle, estamos siendo transformados desde adentro.
La Biblia no es solo un documento antiguo o una serie de historias inspiradoras; es la misma palabra de Dios. Cuando Pablo habla de que la Escritura es «inspirada», está señalando que es Dios mismo quien habla a través de ella. Así como el agua purifica el barro incrustado en una cesta, la Palabra de Dios limpia y purifica nuestra mente y corazón. Aunque a veces, como el nieto del anciano, no veamos los efectos inmediatos, el poder de la Palabra sigue trabajando en nosotros día a día.
Además, la Biblia nos prepara para enfrentar los desafíos de la vida. Es una fuente de corrección y dirección. A través de sus enseñanzas, somos advertidos de los peligros de nuestras malas decisiones y guiados hacia un camino de justicia. Muchas veces, como seres humanos, intentamos vivir conforme a nuestras propias ideas, pero la Biblia actúa como ese espejo que refleja nuestras imperfecciones y nos orienta hacia una vida que agrada a Dios.
Como menciona el versículo, la Escritura nos capacita «para la práctica de la justicia». No solo somos instruidos para el conocimiento, sino para la acción. La Biblia nos llama a ser agentes de cambio en el mundo, personas que lleven el amor, la compasión y la justicia divina a los demás.
Al final de la historia, el niño comprendió que, aunque no pudiera retener el agua en la cesta, su esfuerzo no fue en vano. De manera similar, cada vez que nos acercamos a la Biblia, aunque no recordemos cada palabra, somos renovados y transformados. La Palabra de Dios es viva y eficaz, capaz de cambiar nuestros corazones y equiparnos para enfrentar cualquier situación.
Así como la cesta del niño fue limpiada por el constante fluir del agua, nuestro espíritu es purificado cada vez que nos exponemos a la verdad divina. Podemos confiar en que, aunque no veamos de inmediato los frutos de nuestro estudio de la Biblia, Dios está trabajando en nosotros de manera constante. No dejemos de acudir a ella, pues es nuestra guía, nuestra corrección y nuestra esperanza. En un mundo lleno de incertidumbre, la Biblia nos recuerda que Dios sigue siendo nuestro ancla y fundamento seguro.
¡Que la Palabra de Dios sea nuestra fuente constante de renovación y fortaleza!
Créditos:
Jonathan Suárez
Ecuador
Lucas 10:25-26
La Palabra Eterna
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