Devocional

Título: El tiempo de viaje es muy corto

Texto: “Busquen la paz por medio de la práctica de la justica para con todos, y vivan la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Tengan mucho cuidado de que a ninguno de ustedes les falte la gracia de Dios, para que no brote una raíz de amargura, que crezca, causando daños y contamine a muchos” Hebreos 12: 14- 15 TCB.  

¿Es de sabios gastar nuestro tiempo en rencillas y rencores? La respuesta obvia es un rotundo NO.  ¿Por qué, entonces, alimentamos esos sentimientos tan negativos?

El texto base nos insta a buscar la paz…para con todos. Esto concuerda con los dichos del apóstol Pablo cuando enseña “…en cuanto dependa de ustedes tengan paz con todos…” (Rom. 12:18a). Pero ¿cómo lograrlo cuando nos están dando de golpes en nuestro viaje? La reacción más humana es hacer notar nuestra molestia (aunque sea con una mirada inquisidora) Pero entonces tropezamos con la bienaventuranza: “Plenamente felices los promotores de la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9). 

Asimismo, entendemos que la paz es una virtud del fruto del Espíritu ¡y no algo que yo pudiera “fabricar” en mí! Entonces exclamo como el apóstol Pablo ¡Soy un pobre miserable! (Rom. 7:24), pero la dulce voz de Jesús nos susurra “…Pero cuando venga el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la verdad, Él los guiará a conocer toda la verdad” (Jn 16:13). ¡Luego entendemos que no estamos solos! ¡Que tenemos un ayudador! Ahora sabemos que buscar la paz, el vivir en justicia no es inalcanzable, ni vivir en santidad una utopía. ¡Gracias sean dadas a Dios y al Señor Jesucristo que nos dejó a su hermoso Espíritu Santo, que derrama del amor de Dios en nuestros corazones y nos enseña a vivir en la paz y su gran amor.

Algo tan importante como lo anterior es lo que nos enseña el verso 15. “…a ninguno de ustedes les falte la gracia de Dios”. Jesús dijo: “…así también ustedes no pueden producir frutos si no están unidos a mí” (Jn 14:4). La gracia de Dios, el favor de Dios, (inmerecido por nosotros), es lo único que nos permite alcanzar la paz y la santidad que requerimos para poder tener la bendita esperanza de ver su bello rostro al terminar nuestro viaje. Además, es la seguridad de no contaminarnos con alguna “raíz de amargura, que crezca causando daños y contamine a muchos”. La amargura y la falta de perdón nos hacen vivir una vida carnal, alejada de la vida abundante en el Espíritu Santo, lo que nos impide vivir en santidad, y ser gratos a Dios Padre. Es como estar caminando por la cuerda floja.

Es momento de hacer un análisis exhaustivo y sincero de lo que está en nuestro interior ¿hay alguna raíz de amargura? ¿una falta de perdón? ¿te has perdonado a ti mismo y/o a tus cercanos? ¿qué es lo que oscurece tu encuentro con el esposo?

 “Deja ir” (eso significa perdonar) Suelta lo que te ancla a tu pasado, para que te extiendas a tu futuro gloriosos en Cristo Jesús Señor nuestro.

El Espíritu Santo, lleno de amor, quiere acariciarte y conducirte por “delicados pastos” donde puedas descansar de todo lo que te ha golpeado en el viaje de la vida. Él quiere drenar tu interior para que tu casa quede limpia y segura para recibir al Esposo que te espera en la gloriosa próxima parada. No hay nada más hermoso que el Espíritu Santo le diga a tu espíritu que eres hijo o hija de Dios. Jesús nos hizo libres, para que vivamos en la libertad de los hijos de Dios.

Ahora en Cristo, podemos alcanzar la paz, para con nosotros y para con todos. Dejar atrás lo que nos ha sido obstáculo y no nos ha dejado avanzar con libertad. Y sin ese peso, alcanzaremos la santidad, la pureza que tanto anhela Cristo que experimentemos. “porque esta es la voluntad de Dios: que vivan constantemente el proceso de santificación” (1Tes 4:3).

Y nunca olvides que al final del camino, te está esperando EL ESPOSO.

¡Adelante, Él está con nosotros!

Recibe la bendición y gracia de nuestro Señor Jesucristo, amén.

Créditos:

Carlos Arancibia 

Chile

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