¿DÓNDE LO DEJASTE?
“Después de tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros de la ley”
Un hombre compró unos bitcoins cuando éstos valían muy poco, los guardó en un pendrive y se olvidó de ellos. Con el tiempo le llegó la noticia que la moneda virtual había subido a un alto precio; ¿dónde los guardé? se preguntó muchas veces, buscó afanosamente su pendrive. Aterrado, recordó que lo había tirado con otros deshechos al camión del aseo domiciliario.
El capítulo 2 de Lucas, nos narra la ocasión, cuando María, José y Jesús que en ese momento tenía 12 años, viajan a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. En las aristas que provoca este acontecimiento, encontramos varias situaciones que podemos analizar para sacar algunas enseñanzas, las que considero nos ayudarán a tomar nuestras propias precauciones.
María y José, tenían consigo, el más grande regalo que jamás un ser humano ha tenido ni tendrá: ¡ser los cuidadores del mismo unigénito Hijo de Dios! Tenían bajo su tutela a Jesucristo el Salvador del mundo. ¡Qué inmenso privilegio!
Por alguna razón (por la que no vamos a levantar juicio), los padres pierden de vista al niño entre toda la agitación de la fiesta, que por lo general producen mucha aglomeración de personas. Después de un día, recién se dan cuenta que el niño no estaba con ellos ni con los parientes que los acompañaban, como padres, si nos ponemos en sus zapatos, sería motivo de gran angustia. Por este motivo se vieron obligados a volver a Jerusalén, en donde estuvieron TRES DÍAS MÁS, buscándole. ¡Qué difíciles deben haber sido esos momentos! Días de búsqueda infructuosa; María debió haber derramado más de alguna lágrima de angustia.
Por fin sus corazones palpitan aliviados, cuando se les ocurre ir a buscar en el templo; he ahí el precioso niño, en medio de personas letradas de la casta religiosa de esos tiempos, atónitos ante tan magistral sabiduría de aquél pequeño desconocido que les debate con sólidos argumentos.
Este acontecimiento narrado por Lucas, hará rasgar vestidura a más de alguno acerca del cuidado paterno, pero si abrimos nuestros ojos, la pregunta que aparece es ¿cuántas veces también nosotros hemos olvidado a Jesús en el templo? Vamos a buscarlo con todo deseo el día domingo, y le hablamos, le cantamos y le “adulamos” (porque a veces no es adoración sino adulación) pero terminado ese tiempo, nos volvemos a casa y el tiempo que pasamos con Jesús, se circunscribió solamente al ámbito religioso y no a la relación personal con Él. Salido de ahí, nos envuelven los afanes de la vida, para retomar al próximo fin de semana a buscar nuevamente a Jesús en el templo; y así se nos va la existencia en un continuo círculo religioso.
¡No dejes a Jesús en el templo! ¡Llévalo contigo en el camino, en tu casa, en el trabajo, en tu relación personal! Que no quede reducido solo a dos horas, un día a la semana, sino que sea una constante explosión de adoración en tu día a día.
Jesús le dijo a María: “…es necesario que yo me ocupe con las cosas de mi Padre”. Y una de esas “cosas”, es que lleguemos a ser perfectos, como Él es perfecto. Es por esto que Jesús dijo que estaría con nosotros “todos los días, hasta el final de los tiempos”
En este adviento, la invitación es a que no olvides Jesús en el templo; Él es el más grande regalo, que el mismo Dios todopoderoso nos dio como muestra de su gran amor. Que podamos apreciar a Jesús como la persona divina que es y no como un ser místico a quién podemos encerrar entre las paredes de un templo y visitarlo cada fin de semana. ¿Dónde tienes a Jesús?
Créditos:
Carlos Arancibia Pino
Chile
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Una familia para Jesús
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