Devocional

SE DICE DE MÍ

Hechos 9:36-43

Muchas veces dentro de nuestras iglesias, las mujeres que hacen una gran cantidad de buenas obras, son reconocidas por sus propias congregaciones, pero no por quienes las presiden. Estas mujeres, teniendo un ministerio y/o llamado, son invisibilizadas, nombrándolas sólo por el ministerio o rol que ejercen sus esposos. Por ejemplo: “la esposa del pastor” o “la esposa del obispo” etc., no reconociéndose su liderazgo, llamado, ministerio o labor que desempeñan en sus comunidades.

Otras veces el valor que les damos a las personas se lo damos cuando mueren. Es como un pintor que realiza su puesta en escena o pinturas durante su vida y solamente adquieren valor monetario y cultural cuando muere. Esto ha sucedido a lo largo de la historia con muchas mujeres que realizaron grandes obras en los lugares donde se desempeñaron y que otras personas se dieron cuenta de su valor cuando ellas fallecieron.

No es común que en un relato bíblico aparezca el nombre de una mujer, por esta razón nos llama la atención el cuidado considerado del autor al referirse a una discípula por su nombre: Tabita.

Tabita viene del griego Dorcas, que significa “gacela”. Esto alude a que alguien que se llamara así poseía una gran belleza de acuerdo con la tradición del oriente medio, que se inspiraban en los animales para resaltar ciertas características que tenían las personas. Por ejemplo, en los Cantares, donde para referirse a la belleza de una mujer se le comparaba con una cierva o una gacela. Podríamos pensar que Tabita poseía una gran belleza, pero el relato nos da a entender que su belleza no sólo radicaba en su aspecto físico, sino en sus buenas obras también.

Hay que mencionar que Tabita era una discípula y en esto el autor es enfático en recalcarlo, dado que la palabra discípula no era común en el griego. En la Grecia antigua las mujeres no podían tener esta categoría, no obstante, en los relatos del Nuevo Testamento, se puede observar a muchas mujeres aprendiendo a los pies de Jesús.

La palabra discípula no existía como concepto en el griego, solamente existía la palabra discípulo, ya que sólo los varones podían serlo. La palabra discípula usada aquí es matetria (sustantivo nominativo, femenino singular), palabra que no es usada en ningún otro lugar para denominar a una mujer en este rol. Aquí radica la belleza del texto, en que el autor hace la distinción en ella reconociéndola como discípula y no como discípulo (matetes).

La discípula Tabita se caracterizaba por sus buenas obras, estaba llena de ellas como una espiga llena de granos. Podemos ver que su corazón era una fuente inagotable de bondad. La fe de su discipulado fluía en las obras de misericordia que realizaba. ¡Nadie

puede estar lleno de fe, amor y bondad sin desbordarse al prójimo continuamente! Y en Tabita podemos ver que esto era algo recurrente.

Lo mencionado anteriormente sobre las obras de Tabita, lo apreciamos en la actitud de los miembros de su comunidad al enterarse de su muerte, reflejando la importancia que ella tenía para estas personas. Fue tan dolorosa la muerte de Tabita que la comunidad no dudó en llamar a Pedro. El texto menciona que estaba en Lida. Los discípulos al enterarse que Pedro estaba allí enviaron a dos hombres con el siguiente mensaje: – “por favor ven lo más pronto posible a Jope” (v. 38). El relato continúa diciendo que Pedro fue de inmediato a Jope y llegando al lugar donde estaba el cadáver de Tabita “muchas viudas se le acercaron llorando”, mostrándole las vestimentas (obras) que ella les había confeccionado (v. 39).

El relato termina con la resurrección de Tabita, con la alegría de la comunidad de recuperar a su tan querida discípula; continuando con sus buenas obras e influyendo a que otras personas conocieran al Señor. Podemos imaginar también que muchos siguieron su ejemplo de tener un corazón bondadoso y desbordarse en actos de benevolencia.

La vida de esta mujer nos impacta profundamente por la grandeza de su corazón, por la belleza de sus actos y por su entrega a los demás. Vemos en el texto que a pesar de las limitaciones de la época, Tabita fue una rompedora de paradigmas, que sigue a Jesús, escucha sus enseñanzas y siendo discípula puede vivir su fe y compartirla con quienes más la necesitan.

Que ella confeccionara ropa a los/las necesitados/as, no es más que la muestra de la necesidad imperante de cuidar a quienes lo requerían. Así mismo, también proveía de vestimenta espiritual.

Será que confeccionar ropa era su manera de discipular. En el ejercicio de la modista actual, donde se toman medidas para la fabricación de vestidos o pantalones, se aprovecha la instancia para conversar, compartir vivencias, anécdotas etc. ¿Aprovechaba Tabita estas instancias para proclamar el evangelio? Imagino que todo lo que ella hacía era para compartir su fe y todo lo que había aprendido hasta ese momento.

Por la cercanía de su oficio era conocida y por la grandeza de sus actos era amada, pero al parecer ese reconocimiento sólo se lo dieron cuando ella murió. Nos debe llamar la atención que todo lo que una discípula realiza, enseña, sus buenas obras, su ministerio llamado etc., sea reconocida en vida y que su reconocimiento sea por lo que ella es.  

¿Qué desafíos enfrentamos hoy como discípulas y discípulos?

¿Podrá ser reconocida nuestra belleza por nuestras buenas obras y conocimiento más que por nuestro aspecto físico?

¿Podemos tener la capacidad de reconocernos como discípulos y discípulas del Señor,  y que nos reconozcan como tal?

Créditos:

Por: Lidia Chacón Urrejola Nacionalidad: Chile.

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