Devocional

Jesús, la gran promesa, el mejor regalo.

Lucas 2:29-30 (TCB)

“Ahora, Señor, puedes dejarme morir en paz, ¡Ya has cumplido tu promesa! 30. Pues mis ojos ya vieron tu salvación, Lucas 2:29-30 (TCB)

     En la historia de todas las promesas divinas, Jesús emerge como el máximo cumplimiento, revelando el amor eterno de Dios y su fidelidad inquebrantable hacia su creación.

La investigación científica ha evidenciado que el cumplimiento de promesas puede tener grandes beneficios para el ser humano, tanto a nivel emocional, espiritual y social. Puede generar, por ejemplo, una sensación de felicidad y alegría, satisfacción emocional profunda, fortalece la confianza, proporciona paz interior y contribuye a un mayor bienestar. Estos sentimientos pueden motivar al hombre a perseguir metas y a continuar comprometidos en sus objetivos. En general, no solo tiene beneficios a nivel individual, sino que también contribuye a la construcción de sociedades y comunidades más sólidas basadas en la confianza y en la esperanza.

El relato nos presenta a un hombre justo llamado Simeón, quién en su dedicación a Dios, había recibido la promesa de ver al Mesías antes de su muerte (v.25-26), el salvador que vendría a consolar al pueblo de Israel. Un día se inicia de manera especial y diferente, el Espíritu lo guía al templo, donde encuentra a María y a José con el niño Jesús (v.28). Simeón, sosteniendo al Salvador en sus brazos, entona un himno de agradecimiento por el cumplimiento asombroso de la promesa diciendo:

29. “Ahora, Señor, puedes dejarme morir en paz, ¡Ya has cumplido tu promesa! 30. Pues mis ojos ya vieron tu salvación, 31. esta salvación fue planificada para alcanzar a todos los pueblos, 32. que será luz para revelación a los gentiles, y traerá honor a tu pueblo Israel.”.

Imaginemos la escena: Simeón, impulsado por el Espíritu, deja todo lo que está haciendo y se traslada al templo y una vez allí, lleno de alegría, levanta al niño Jesús en sus brazos y sin dudarlo reconoce que en Él se cumplirá la salvación prometida; la espera había llegado a su fin y la promesa de Dios se había hecho realidad. ¿No es asombroso? A menudo, nuestras vidas descansan en la esperanza de promesas divinas que ansiamos ver cumplidas en distintas áreas de nuestras vidas. El nacimiento de Jesús nos recuerda que, aunque pase mucho tiempo, Dios siempre cumplirá lo que nos ha prometido. 

Simeón continúa su trabajo y profetiza diciendo que Jesús será esa luz que aparecerá para revelación a los gentiles, aún en medio de la oscuridad en la que el ser humano pueda encontrarse, sea lo que sea y pase lo que pase, la luz de Cristo ilumina con su amor a todas las naciones. En nuestras propias vidas, podemos ser portadores de esa maravillosa luz, mostrando y compartiendo el mensaje transformador de Jesús con aquellos que aún no lo conocen.

 Por otra parte, Simeón advierte a María sobre la contradicción y el sufrimiento que vendrán con la misión de Jesús, aunque Él trae al mundo redención, su mensaje desafiará a muchos (v.34-35). La invitación es a reflexionar sobre cómo, el seguir a Cristo, podría llevarnos a encontrar en nuestro camino problemas, contradicciones y desafíos, sin embargo, también experimentaremos su redención en medio de ellos.

La historia de este hombre justo nos recuerda en este Adviento, que Dios es fiel a sus promesas y que la esperanza cumplida trae alegría y redención. Seamos portadores de la luz de Cristo y estemos dispuestos a transmitir la redención que solo viene a través de Jesús. Las promesas humanas pueden desvanecerse, pero las promesas de Dios y su fidelidad, seguirán cumpliéndose en cada etapa de nuestras vidas.

Créditos:

Olga Bascuñán

Chile.

obascunan@proyectoevanggelio.org.

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